Sobre la fascinación de la investigación puntera y la distracción que procura

En el British Medical Journal (BMJ) del pasado sábado 10 de marzo se publicaba un artículo cuyo título reza así: «El color claro de los ojos, asociado con la sordera tras una meningitis». Por si no queda lo bastante claro, en columna destacada en la página original (véase formato pdf) se repite el mensaje: «Las personas con ojos claros tiene mayor tendencia a la sordera tras sufrir una meningitis que las de ojos oscuros». Puede parecer increíble, pero es que la ciencia es a veces increíble.

Esto del color de los ojos no es sólo uno de los primeros ejemplos que se sacan a colación al hablar de la herencia, sino también para criticar con mejores o peores intenciones los caprichos que a veces parecen tener los epidemiólogos. Con las gigantescas bases de datos personales y de salud que existen actualmente, especialmente en EE UU y Reino Unido, no hay más que cruzar datos y buscar asociaciones. Así, medio en bromas medio en serio, nos atrevemos a aventurar que si te pones a cruzar la presencia de tal o cual enfermedad con el color de los ojos seguro que encuentras algo. Y quien primero lo ha encontrado es la «audiological scientist» Helen E. Culliggton, que llega, coge a 133 sordos con implantes cocleares, les mira el color de los ojos o se lo pregunta por correo, descarta a tres que no contestan la carta, los divide en sujetos de ojos claros y oscuros, en sordos por meningitis (32) o por otras causas (98), cruza los datos, los compara con la distribución de ojos claros/oscuros de una muestra de 1.598 personas en el Reino Unido (28% claros y 72% oscuros), los vuelve a examinar y… resulta que sólo 2 (6%) de los sordos por meningitis tienen los ojos oscuros (los otros 30, es decir un 94%, los tienen claros). Luego… (véase la conclusión inicial). Así no es que se haga o deje de hacer ciencia, que tampoco vamos a cargar tintas sobre el tamaño de muestra o la procedencia de los sujetos; así lo que se hace, dice el BMJ, es aventurar por dónde pueden ir los tiros en biomedicina y, de paso, procurar entretenimiento.

«Research Pointers» es el título de la nueva sección del BMJ en la que se publica el trabajo de Culligton (aceptado en 23 de noviembre de 2000 y reservado por los editores para el nuevo espacio). Como explican los responsables de la revista británica lo que se pretende con esta sección es publicar «observaciones fascinantes» y, de paso, «hacer el BMJ menos aburrido».  Y añaden: «Para ser aceptados como ‘reserach pointers’, los trabajos deben ser fascinantes sin que sean ridículos en términos científicos. Por favor, envíennos algunos porque detestamos estar aburridos, incluso si estamos siendo útiles».

Totalmente de acuerdo: la ciencia ni es ni tiene por qué hacerse aburrida. Pero, lo del BMJ suena como si a esta columna, por hacerla más distraída y fascinante, sin caer en lo ridículo, le metiéramos una coplilla. Por ejemplo, «Ojos verdes», como la canta Martirio en su disco «Coplas de Madrugá» (se pueden pinchar y escuchar algunas canciones): «Bajaste del caballo / y viniste hacia mí. / Y fueron tus ojos / dos verdes luceros / de mayo para mí. / Ojos verdes, verdes / como la albahaca, / verdes como el trigo verde, / y el verde, verde limón. /Ojos verdes, verdes / con brillo de facas / que se han clavaíto en mi corazón / Para mi ya no hay soles, / luceros ni luna, / no hay más que unos ojos / que mi vida son. / Ojos verdes, verdes / como la albahaca, / verdes como el trigo verde, / y el verde, verde limón». Vamos, que si no fuera porque la letra y la música de «Ojos verdes» pertenecen a los maestros Valverde, León y Quiroga, igual hasta se podía enviar como réplica al BMJ. Por procurar un poco de entretenimiento. Nada más.