Sobre las sensaciones no precisamente saludables que provoca la vuelta al trabajo

Una reciente encuesta de la British Heart Foundation muestra que un 40% de los trabajadores de entre 25 y 50 años cree que el trabajo daña su salud. Entre otras cosas, piensan que el trabajo les hace ganar peso, les impide hacer ejercicio y les hace sentirse cansados e irritados. Muchos de los 659 adultos encuestados reconocen además que trabajan ahora más intensamente que hace dos años y creen que esto perjudica su salud. A buen seguro, si una encuesta de estas características se realizara a principios de septiembre, justo al regreso de las vacaciones, los datos serían todavía más preocupantes. Estos días especiales son seguramente los más propicios para magnificar los aspectos negativos del trabajo y minimizar sus aspectos positivos. Son días, en suma, en los que quien más quien menos nota alguna molestia al reanudar sus ocupaciones, una fatiga excesiva, una ligera desmemoria, un invencible sueño matutino, una pérdida de atención o cualquier disconfort que no se sentía hace tan sólo unos días.

 

Aunque no está reconocido como una entidad patológica, la vuelta al trabajo provoca un cierto malestar físico y mental que se ha dado en llamar síndrome postvacacional. Este síndrome inexistente o virtual obedece a una situación muy concreta: el cambio brusco entre el estilo de vida propio de las vacaciones y el del trabajo. En el mejor de los casos no es más que un leve y natural proceso de adaptación entre el estilo de vida vacacional y el laboral. Los casos más graves hay que achacarlos a la realización de un trabajo que no aporta los nutrientes psicológicos que todo trabajo debería aportar.

 

La influencia del trabajo sobre la salud ha sido analizada desde muy diversos frentes y presenta tanto aspectos beneficiosos como perjudiciales para el bienestar físico, psicológico y social de las personas, dependiendo de si la actividad laboral es elegida o impuesta, imaginativa o rutinaria, agradable o desagradable. El psicólogo ocupacional británico Peter Warr ha identificado nueve "nutrientes" psicológicos que todo trabajo saludable debería proporcionar: variedad de actividades, demandas laborales moderadas, oportunidad de utilizar las propias habilidades, autonomía, incertidumbre mínima, condiciones laborales dignas, retribución suficiente, amistad en el trabajo y una posición socialmente valorada. Un trabajo será más o menos atractivo y saludable dependiendo de la dosis que aporte de cada uno de estos nueve ingredientes, considerando que los "nutrientes" cruciales de un trabajo son un cierto grado de autonomía y el mínimo posible de incertidumbre.

 

Sin embargo, los trabajos reales se alejan bastante de este ideal. En la encuesta nacional realizada en Estados Unidos en 1997, un 68% de los trabajadores se queja de que tienen que trabajar muy rápido y un 88% muy duro; un 25% padece estrés y un 26% agotamiento emocional; al 30% no les quedan energías para disfrutar con sus familias y un tercio se lleva trabajo a casa. Las encuestas sobre las condiciones de trabajo en España reflejan otras muchas preocupaciones: defectos de organización, monotonía, falta de interés y autonomía, posturas molestas, horarios inconvenientes, falta de comunicación, conflictos con los jefes, exceso de ruidos, manipulación de sustancias tóxicas y un largo etcétera, por no hablar de la siniestralidad laboral. No es de extrañar, por tanto, la aparición de este síndrome postvacacional al volver al trabajo. A quien no le afecte es porque no trabaja o porque quizá padezca ese otro síndrome, acaso de peor pronóstico, que es el de adicción al trabajo.