La penúltima frase en la guerra del tabaco: «Fumar causa impotencia en el hombre»

Toda guerra empieza y se sostiene en una confrontación verbal: un fuego cruzado de frases y eslóganes, de adjetivos como cuchillos y de verdades como puños (tus puños contra los míos). En las consignas guerreras lo de menos es su fondo de verdad y de mentira: lo que importa es su pegada. Y en la bien llamada «guerra del tabaco», un conflicto global que se prolonga ya 35 años y no parece tener fin, la pegada de ambos bandos es, por momentos, demoledora.

Hace unos años, una marca de cigarrillos lanzó un golpe bajo en su campaña publicitaria: «Presume de paquete». La medida ambigüedad sexual del mensaje, dirigido a esa reserva mundial de fumadores que son los jóvenes y sus cuerpos en flor, tiene la contundencia y la onda expansiva de un hallazgo afortunado. Las tabaqueras saben que el porvenir del tabaquismo está en los jóvenes. Y por eso gastan sumas millonarias en publicidad para ellos.

En el bando de la salud, que fue el que inició esta guerra al toque de corneta del General Surgeon de Estados Unidos y su famoso primer informe contra el tabaquismo en 1964, se ha utilizado todo tipo de munición para incitar a los fumadores a abandonar su hábito y disuadir a los jóvenes para que no se inicien en él. Una de las estrategias que ha dominado la acción de los cruzados antitabaco ha sido la del miedo, al proclamar a los cuatro vientos las cifras millonarias de muertos reales y futuros que causa el tabaquismo o discriminar a los enfermos fumadores a la hora de recibir asistencia sanitaria (recuérdese el caso Elphick, un fumador que murió en el Reino Unido por infarto al no recibir los debidos cuidados médicos). Pero la propaganda bélica ha venido acompañada de un sin fin de medidas concretas para restringir la venta y publicidad del tabaco, para acotar espacios reservados a los no fumadores primero y a los fumadores después, para limitar el contenido de nicotina y alquitrán de los cigarrillos y así todo un rosario interminable de medidas que han llevado a las grandes tabaqueras al banquillo de los acusados y a devolver en forma de indemnizaciones parte de sus ingresos por la venta de tabaco. Todo esto, sin embargo, no parece haber dado los frutos esperados, y las campañas de educación sanitaria parecen insuficientes e ineficaces ante la poderosa máquina propagandística de las tabaqueras.

Si el cáncer, el infarto y las enfermedades respiratorias se ven como peligros a muy largo plazo, en el bando de la salud se quiere recordar ahora a los fumadores que hay un peligro más inminente: la impotencia sexual. La British Medical Association, junto con la prestigiosa e influyente asociación antitabáquica británica ASH (Action on Smoking and Health) y la Impotence Association (IA), quieren presionar para que en la próxima revisión del etiquetado europeo de las cajetillas de tabaco se incluyan estos avisos: «Fumar provoca impotencia sexual en el hombre», «Fumar daña el esperma» y «Fumar puede deteriorar su vida sexual». Advertencias de este tipo de momento se incluyen sólo en Tailandia, pero podrían entrar en vigor en la Unión Europea con la nueva directiva que próximamente sustituirá a la que ahora está en vigor (89/622/EEC). La idea, vista desde IA, es así de clara: «Lo que queremos es que las chicas cuando vean a un chico piensen: si fuma se volverá impotente, luego no me interesa». Las advertencias irían dirigidas principalmente a los varones menores de 40 años, a quienes se les quiere avisar de que quizá de un año para otro pueden sufrir impotencia. Según ASH, en el Reino Unido, hay unos 120.000 hombres que sufren impotencia debido al hábito de fumar y un 88% de los fumadores desconocen este riesgo. Desde el otro bando, la asociación británica para la defensa de los derechos de los fumadores Forest ha replicado: «La única manera segura de arruinar tu vida sexual es convertirte en aburrido activista antitabaco».

Afirmar que «fumar provoca impotencia» no es sólo un golpe bajo sino que además no es exactamente cierto. Con la evidencia científica en la mano habría que decir que el riesgo relativo de impotencia para un fumador respecto a un no fumador es de 1,5. Pero esta afirmación ya no tiene la contundencia de una consigna guerrera. Y, conviene recordarlo, aunque ésta sea una guerra «humanitaria», como se dice ahora, también tiene sus excesos, sus intereses económicos y su fraseología.