El eBMJ desafía a la competencia al dar acceso completo y gratuito a su web

La censura puede resultar a veces una bendición. Lejos de perjudicar al censurado, le procura un plus de crédito y publicidad; en cambio, se vuelve contra el censor, rebajándolo y desacreditándolo ante el público. Algo así es lo que le está ocurriendo al editor del British Medical Journal (BMJ), que ha vivido la censura en sus propias carnes al ver rechazado un anuncio que pretendía colocar en la edición de papel de las principales revistas médicas de la competencia. La historia tiene su interés por la rivalidad de los competidores (los pesos pesados de la edición médica), pero sobre todo porque anuncia que el campo de batalla se desplaza a Internet y por la trascendencia que puede tener el desenlace en el acceso libre y gratuito al conocimiento médico.

Desde hace ya algunos días, al acceder al sitio web del BMJ lo primero que llama la atención es un gran cartel con la palabra CENSURED! y un anuncio semitapado con una «X». El anuncio en cuestión da cuenta de que el BMJ puede consultarse en Internet de forma gratuita y a texto completo, además de otras virtualidades del sitio web. Y se acompaña de tres frases sin desperdicio que hilan la siguiente leyenda: «Tres de las más importantes revistas médicas generales han rechazado publicar a cualquier precio este anuncio. Esto hace difícil decirles a nuestros potenciales lectores lo que se están perdiendo. Usted podría ayudarnos comunicándoselo por correo electrónico a un amigo o colega que no conozca nuestro sitio web».

Desde luego, al BMJ le han salido las cosas a pedir de boca. La censura del anuncio está teniendo un efecto publicitario de mayor alcance que el que podría tener una simple inserción publicitaria en algunas revistas. Con la difusión de la noticia por Internet y el efecto multiplicador del correo electrónico, que funciona como un potentísimo y amplificado boca a boca, todos los potenciales lectores que no lo sabían se van a enterar de que el BMJ se ofrece gratis y a texto completo en Internet. La victoria moral del censurado y la derrota del censor están más que claras. En el debate abierto sobre el tema por el eBMJ, las cartas recibidas de todo el mundo (abundan las de médicos de países en vías de desarrollo pero también de gente comprometida con la Medicina Basada en la Evidencia y la Colaboración Cochrane), dejan bien patente que lo «científicamente correcto» es abrir los sitios web a todo el mundo.

Por otra parte, al nombrar el pecado pero no los pecadores, lo que ha hecho el BMJ es extender una sombra de duda sobre todos sus directos competidores, a saber: The New England Journal of Medicine, el JAMA, The Lancet y hasta los Annals o Internal Medicine, revistas todas ellas con un factor de impacto superior al del BMJ pero con sitios web de inferior calidad, no tan completos y sencillos de usar y sólo parcialmente abiertos. La estrategia del BMJ cuenta además con el favor del común de los autores, para quienes ese plus de difusión de sus trabajos que se puede conseguir con Internet no es un asunto baladí. Y esto, a la larga, puede acabar dando sus frutos mensurables en términios de factor de impacto.

Si la semana pasada contábamos en esta columna cómo el BMJ y The Lancet habían hecho causa común contra la AMA por el asunto del despido del editor del JAMA, ahora es el BMJ el que desafía a todos sus competidores. El anuncio censurado le ha permitido darse un buen baño de elogios y publicidad, pero a la vez le compromete a mantener abierto un sitio web que ya lo estaba. Hasta la fecha ninguna publicación ha dicho esta boca es mía, pero el órdago del BMJ está sobre la mesa.